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Enhebrador de palabras

El adiós a Arnie Noejovich.

Por Claudio Menéndez


¿Cómo hago para escribir esto? Si todavía no caigo, si las lágrimas se apoderan de mí cada vez que empiezo. Pasaron ya como ocho horas que me enteré de tu partida, y hace por lo menos cinco que estoy sentado al teclado y empiezo y borro, y vuelvo a borrar. Y no es que me causó sorpresa, para nada, porque estaba perfectamente al tanto de tu salud, sabía que era irreversible, comprendía que en cualquier momento llegaba ese mensaje, pero así y todo no termino de reaccionar.


¿Cómo hago para escribir? ¿Cómo me saco el traje de periodista? Si no sé escribir en primera persona. Eso fue lo que te pedí cuando llegué al Taller de Escritura Creativa. Estuve un tiempo muy corto, el trabajo me impidió continuar, pero fue un tiempo de mucho aprendizaje. Mentira. No aprendí, fuiste vos el que sacó palabras que yo desconocía que podía escribir, frases que nunca imaginé, historias que ni por asomo me hubiesen salido ni no hubieses estado ahí.


Lo cierto es que acá estoy, tratando de enhebrar algo. Justamente, enhebrar, así te definiste en una de las tantas notas que te hice. Un enhebrador de palabras, decías, porque la palabra escritor te quedaba grande. Otra mentira. Claro que eras escritor, claro que eras poeta, claro que eras artista, lo demostrabas a cada paso, no había falta leer nada tuyo para saberlo.


Mentira número tres. Nunca te hice ninguna nota. Siempre fueron charlas, donde comenzábamos a hablar sobre un tema o evento específico, pero irremediablemente nos derivábamos y no terminábamos más. En esas conversaciones lograbas emocionarme, lo que nadie ha logrado en 25 años de profesión. Justamente, cumplías tu cometido, me sacaba el traje de periodista, lo lograbas como nadie.


¿Necrológica? Ni en pedo la voy a llamar así, esta es una nota para celebrar tu vida, nunca tu muerte. Pero bueno, comienzo, o sigo, o termino, nunca se sabe cuándo es el inicio y el fin de una historia:

 


"El que tiene imaginación, con qué facilidad saca de la nada un mundo"

Gustavo Adolfo Béquer


Arnaldo Norberto Noejovich nació un 18 de abril de 1945 en Capital Federal. Periodista, oficinista, gran cocinero, emprendedor, laburante de la cultura, artista en toda su expresión. Conoció Claromecó a principios de los años 80, y como tantos otros, empezó a diagramar su futuro en esta localidad, tratando de alejarse del caos de la gran ciudad. Siempre junto a Jorge, comenzaron con un emprendimiento comercial de verano, mientras buscaban instalarse definitivamente en Claromecó. Se llamó Panchos y Pinchos, en calle 28 entre 9 y 11. Un negocio creativo, como no podía ser de otra manera, con cosas ricas, muy recordado hasta hoy en día.


Después de un tiempo bastante largo, Arnie se instaló en forma definitiva en Claromecó. Con Jorge se hicieron cargo del Fogón el Quincho, que no sólo servía asados y parrilladas, sino también platos gourmet, cuando nadie todavía pronunciaba esa palabra. Ya claromequense hecho y derecho, su presencia comenzó a tener un peso específico muy grande en distintas instituciones y en el quehacer cotidiano de la localidad. Siempre con un objetivo muy claro, trabajar para la cultura.


La Biblioteca Bernardo Houssay fue su gran obsesión. Si bien fue parte activa de muchas entidades, siempre decía que su corazoncito era de la Biblioteca. Esa historia la conozco bien. En mi casa nació la idea de construir un nuevo edificio. Eran tiempos en que se empezaba a hablar de descentralización, por lo que el Municipio tarde o temprano necesitaría el espacio del primer piso de la Delegación. Había una hemeroteca muy grande que hubo que empezar a descartar porque el peso ya era demasiado. Y a todo esto, Arnie que todavía tenía a su mamá, que no podía subir las escaleras, y entonces él le prometió una nueva biblioteca. Con mi señora Ana Linda fueron los impulsores de esta idea, al principio resistida incluso por la comisión, porque le parecía una locura semejante proyecto. Pero con Carmen, con Cacho Iturricastillo, con Roxana Alvarado, con la recordada Virginia Chizzini, con el propio Jorge, con Pepa Chedrese y tantos otros, comenzaron a soñar. Llevó tiempo, mucho trabajo y trajinar, pero llegó aquel junio de 2013 y la Biblio, como a Arnie le gustaba llamarla, se inauguró. Qué emoción inenarrable ese corte de cintas. Inigualable momento.


Previo a esa inauguración, cuando el edificio ya estaba casi terminado, pero no así amoblado, Arnie organizó un ciclo cultural en verano. Hubo espectáculos todas las noches, en un lugar que no queda de paso para el público. Se las ingenió para que siempre hubiese gente, y una propuesta artística de alto nivel.


La pasión por los libros y la literatura se vio reflejada en su mayor creación: el Taller de Escritura Creativa. Empezó dictándolo en el desaparecido Centro Cultural Comunitario, dando clases en una de las casas de la Estación Forestal, luego en el Corralón Municipal, y continuó en la Biblioteca, primero en la ya nueva sede de Costanera, en la ex Unidad Sanitaria, y luego en el edificio propio de calle 20 entre 9 y 11. El lema era muy claro: todo el mundo tiene la capacidad de escribir, comenzamos desde “composición, tema, La Vaca”, como cuando éramos chicos. A partir de ahí, Arnie era un acompañante creativo, nunca imponiendo, sino sugiriendo, corrigiendo sólo cuestiones gramaticales pero jamás interfiriendo en lo artístico. Logró que mucha gente que al principio decía “yo no sé escribir”, terminase creando pequeños cuentos y ensayos. De hecho, todo el trabajo de más de diez años, se vio plasmado en un libro, De Puño Y Letra, presentado en junio del año pasado. Otra emoción grande, un logro compartido a base de mucho esfuerzo y sacrificio.


En el verano de 2017, Arnie y su equipo creativo, habían realizado una presentación multimedia en Quelaromecó Espacio de Arte, con los diferentes cuentos y poemas del taller, en un formato novedoso, atrayente, distinto, bah, como todo lo que hacía. Con su sello, particular, personal, distinto. También por intermedio de la Biblioteca, dio durante varios años un ciclo de cine, con títulos de distintos directores y países.


Arnie fue integrante del Consejo Asesor del Organismo Descentralizado. Desde ese lugar siempre abogó por lo mismo: la cultura, y también tuvo una participación política activa. Acompañó a Graciela De Leo en el proyecto Acción Comunal, e incluso fue candidato a concejal en unas elecciones.


Su paso por las instituciones se vio reflejado también en la Sociedad de Colectividades. De hecho fue presidente de la Sociedad durante dos años, y bajo su mandato se organizaron las mejores fiestas de la historia. Aquellas que duraban tres días, y culminaban con un baile en la intersección de 28 y 11. Cómo olvidar la fiesta de la carpa gigante de la Avenida 15, que tuvo actividades complementarias como el Café de la Biblioteca, muestras culturales de todo tipo, y el recordado espacio multimedia Las Manos en el Espacio de Arte, cuando aún el salón no se llamaba así. Una instalación artística digna de los mejores museos de Buenos Aires, una puesta de Toto Florez, con Marita Caldas haciendo una performance en vivo, y el Coromecó debutando ante el público, y la presentación de muchos artistas que expusieron sus trabajos. Inigualable, muy recordado. Inexplicablemente Arnie y Jorge no fueron tenidos en cuenta en la comisión de las Colectividades y se tuvieron que ir, luego de haber organizado una fiesta de alto vuelo, muy atractiva para el turismo, que apuntaba a ser una celebración destacada en todo el distrito, que comenzaba a hacerle sombra a la mismísima Fiesta del Trigo. Cosas de Claromecó.


Porque claro, hoy en día todo el mundo lo llora y lo recuerda en las redes sociales. Pero en un principio no le fue nada fácil con algunas personas. Arnie fue resistido por cierto sector de la comunidad, era una persona que molestaba a mentes cerradas, de esas que nunca faltan. Esa es la verdad, no estoy exagerando para nada. Su personalidad extrovertida, a veces polémica, y su constante empuje para avanzar y hacer cosas diferentes, con un sello muy personal, a veces chocaban con los pensamientos conservadores. Le gustaba figurar, él mismo lo decía siempre, y eso muchas veces no cuaja en comunidades pequeñas. Así y todo, jamás bajó los brazos, el objetivo lo tuvo siempre clarísimo, y con el tiempo esa batalla también la ganó.


El Centenario de Claromecó, que se celebrará el año próximo, era otro de sus grandes anhelos. Teníamos proyectos en común como hacer un libro. No va a poder ser, queda trunca esa idea, aunque no descarto hacerlo igual, en su memoria. Arnie fue el creador del proyecto Una Bandera Para mi Pueblo, y con mi familia decidimos participar, y terminamos ganando el certamen, un orgullo enorme para nosotros. Doy mi palabra en esta nota que siendo él quien organizó, jamás me dijo quienes fueron las personas del jurado que evaluaron los trabajos, de hecho al día de hoy lo desconozco. El concurso era de participación anónima, bajo seudónimo, para evitar suspicacias. Siendo amigos, muy amigo de mi señora, yendo a mi casa al menos un par de veces por semana, nunca, pero nunca, nos adelantó nada de ese concurso. Nos enteramos que habíamos ganado en el acto de aniversario de Claromecó, cuando abrió el sobre junto a Luis Brito, por entonces delegado. E insisto, no fue él quien evaluó eso, convocó a un jurado anónimo, bien legal y absolutamente prolijo y pulcro, sin contemplaciones para nadie.


Fue parte de un curso de guías de turismo que se efectuó años atrás, y desde allí se gestó una Asociación de Guías, que tuvo un breve período de actividad. Participó de cursos y talleres en el PEMTA, que funciona en el CESTA de Tres Arroyos. Ahí entabló entrañable amistad con el recordado Ricardo Listorti, con Alcira Lembi, y otros artistas tresarroyenses. Fue prologuista del libro Corazón de Grillo de Enriqueta Catalín, y tantas y tantas otras cosas que ahora, aún obnubilado por la noticia, no alcanzo a recordar.


Bertold Brecht decía que las personas que luchan toda la vida son imprescindibles. Arnie fue eso, un luchador, un remador (a veces contra la corriente, que es la manera más linda de remar). Infatigable en su trabajo de promover la cultura, porque sabía que era, que es, el único camino. La palabra es el arma de los pueblos civilizados, dice el slogan de la Biblioteca, impulsado por Arnie. Consiente que no hay mejor camino para mejorar en todo sentido que la cultura, dedicó su vida a eso. Por esto mismo es que despido a una de esas personas que te modifican la vida, que te marcan. El legado queda, pero su ausencia duele. Claromecó jamás te olvidará querido Arnie. Abrazo gigante a Jorge.





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