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El adiós a Nane Peralta

Falleció un vecino emblemático de Claromecó.



Por Claudio Menéndez


Todo pasa y todo queda,

pero lo nuestro es pasar,

pasar haciendo caminos,

caminos sobre la mar.


 

Los versos de Antonio Machado vienen a mi memoria en este momento. Porque es cierto, que todo pasa, pero es más cierto aún que todo queda. Isidoro Peralta, que falleció a la edad de 90 años, no hizo caminos en el mar, sino muy cerquita, en Claromecó. Lo que queda es lo importante, el legado, que nunca se borrará.


Isidoro, familiarmente Nane, fue de esas personas que marcan caminos y dejan huellas para siempre. Un pionero que vio la historia de Claromecó casi completa, un ejemplo de vida, de lucha y sacrificio, una senda a seguir, para sus hijos, para sus nietos, para sus bisnietos, para toda la comunidad.


Familia numerosa los Peralta. Eran once hermanos, en un inhóspito Claromecó que recién se iniciaba. Sus padres lo trajeron a los seis meses. Vivían en la pobreza casi total, en una precaria construcción de chapa cerca del Médano Verde, que era parte del campo Rincón de Gallegos. Peralta padre no sabía leer ni escribir, pero la tenía bien clara. "Lo tuyo es tuyo y lo que no es tuyo no es tuyo" me contó Isidoro que les enseñó para siempre. Sacrificio y trabajo, compromiso y palabra. Nane siguió ese camino durante toda su vida.


A los 5 años, Isidoro y familia se trasladaron a otro rancho de chapa, pero ya en Claromecó. El padre había conseguido un trabajo como recolector de almejas, que en es época se cotizaban muy bien porque se exportaban. Un tal Spinelli estaba a cargo de ese negocio. Años más adelante, todavía siendo niño, Nane y familia vivieron ya en una casa de calle 9 entre 28 y 30, frente a la telefónica, que era atendida por doña Delia Paz, que hasta fue la partera de algunos de los once hermanos Peralta.


Un ejemplo del camino a seguir. Don Juan Bellocq se había hecho amigo de Peralta padre. Ya había comenzado el loteo de lo que hoy es Claromecó, así que Bellocq viajó a Buenos Aires y le pidió a Peralta que le cuide uno de los terrenos. A su regreso le preguntó por el lote, y Peralta le contó que lo había cuidado y que también se había comprado uno. "Pero hombre -dijo Bellocq- yo le dije que lo cuide porque pensaba regalárselo". Pero él prefirió comprar uno con todo el sacrificio, jamás se le hubiese ocurrido tomar lo que no era suyo. Juan Bellocq fue padrino de uno de los hermanos Peralta.


Isidoro concurrió a la vieja Escuela 11 de chapa. Alicia Lometti fue su maestra en primeras letras. Fue hasta tercer grado, de ahi en adelante, a trabajar. Claro que había tiempo también para la diversión. Jugar con el agua hasta las rodillas por ejemplo, en ese calle, la 9, que todavía no se llamaba así. Era el ingreso al pueblo desde la Tranquera del Rengo, y cuando llovía se inundaba que madre mía. O en verano montar unos petizos que tenía la familia Maciel, del diario La Voz del Pueblo, en uno de los 9 chalets. Épocas donde no había mucho divertimento. Se esperaba con ansias los festejos de San Pedro y San Pablo, donde se organizaban las tradicionales fogatas, y los chicos comían chicharatta que hacían las madres.


Dura la vida de los primeros claromequenses. El frío se sentía fuerte en invierno, no había leña, sino cardo para calefaccionarse de manera precaria. Y así Isidoro se fue haciendo grande. A los 14 años abrazó la profesión que sería la de toda la vida: constructor. Comenzó como peón de Juan Bautista Onetto, pionero que hizo las primeras casas de Claromecó, como el famoso chalet de Hurtado. Más adelante, cuando la familia Vassolo se hizo su casa en el pueblo, llegó la constructora Rampoldi, e Isidoro comenzó a trabajar con ellos. Muchos años estuvo en la empresa, hasta que decidió independizarse y empezar solo. En recompensa de su lealtad y compromiso, los Rampoldi le regalaron las herramientas, y así inició su camino. Duro, complejo, sacrificado y así fue progresando. Ya casado con Nélida Bonavita, llegaron los hijos, Ruben, Juan y Marcela.


Nane fue jugador de fútbol del Recreativo Claromecó, lo hizo hasta los 33 años. Y un gran pescador, de los de antes, de esos que marcan estilos. Siempre se sintió interesado en el quehacer de la comunidad, por eso desde muy joven participó en la comisión directiva del Recreativo. Isidoro hizo el gimnasio cubierto del club, también la cancha de bochas y los vestuarios de la vieja cancha de 26 y 11. Fundó el Club de Pesca junto a Mario Reynoso, y más adelante fusionaron la entidad con el Náutico. Estuvo en la comisión del Instituto Secundario cuando se estatizó y luego volvió a ser privado. Hubo un real peligro de perder la institución. Decía Peralta que "de esa comisión no me olvido más", en referencia a Pepa Chedrese, a Fahr, con quienes tuvo que luchar mucho para garantizar la continuidad del establecimiento.


Después de toda una vida de trabajo le llegó la jubilación. Comenzó también a alejarse de las comisiones. Pero no pudo con el genio, y motivado por su esposa, volvió, y a lo grande. El Centro de Jubilados necesitaba una mano, se encontraba en una compleja situación. Había renunciado la comisión directiva, había varias cosas por ordenar, y estaba el sueño de tener la sede propia. Peralta recurrió a su vínculo con la familia Rampoldi, y solicitó una de las casas históricas de la calle 9, de su cuadra cuando era chico. Comprendió que Jubilados debía brindar servicios y así sumaría socios, y de esa manera la comunidad comprendería que era vital hacer la sede. Y el Centro de Jubilados empezó a funcionar ahí, con ANSES que empezó a atender en Claromecó, con PAMI y otras prestaciones. Paralelamente la comisión empezó a organizar eventos para recaudar fondos, siempre de a poquito, pero sin detenerse. Se hizo visible la necesidad que tenían los abuelos claromequenses. El Municipio dio una mano, la comunidad colaboró mucho también, y la construcción de la nueva sede empezó. Pesito por pesito decía Isidoro en la RCC, porque en esos años también tuvo una columna semanal en la radio. Tito Martínez lo invitó a que venga una vez a la semana para hablar del Centro de Jubilados, y así también hacer llegar la institución a la gente. Eran charlas extraordinarias, donde siempre había una anécdota, un recuerdo de Claromecó de antaño. Desde la radio aprovechábamos que teníamos en frente un libro abierto de la historia lugareña para solicitarle cuente alguna historia del pasado. Con casi 90 años a cuestas, Isidoro llegaba en bicicleta a la radio para hacer el programa.



He asistido a innumerables actos durante todos estos años. Pero pocos tan emotivos como la inauguración del Centro de Jubilados. 28 de marzo de 2012, una linda tarde, todavía con algún resabio de verano. Una multitud se congregó en la puerta de la flamante construcción. Se cortó la cinta, e Isidoro tomó una parte y la elevó hacia lo alto. "Lo logramos" dijo entre lágrimas. Todos lo abrazaban, todos lo felicitaban. Si bien era un magnífico grupo de trabajo el que había alcanzado el objetivo, todos sabían que el eje central de esa comisión era Nane Peralta, siempre junto a la infatigable Haydee Di Nardo.


"Y ahora, vamos por la cancha de bochas", anunció un día Isidoro en la columna de la RCC. Y así fue nomás. Después de gestionar y trabajar duro una vez más, en una tardecita de verano, la cancha se inauguró. Ese día Nane recibió una plaqueta de reconocimiento de manos del intendente Sánchez (video que acompaña esta nota).


La salud de Peralta había empezado a deteriorarse en los últimos años. Ya recluido en su casa, recibía la visita de sus familiares y amigos. Su vida se apagó en el mediodía de este sábado 30 de marzo. Pero más allá del momento triste por la partida, sobran los motivos para celebrar la vida de Isidoro. Para recordarlo con una sonrisa y admiración. Porque hay personas que marcan caminos y dejan huellas, pasar haciendo caminos, como dice Machado. Nane fue uno de esos, inolvidable, imborrable, eterno. En una de las notas que le hice se emocionó y finalizó diciendo "hoy por suerte todo el mundo me respeta". Es mucho más que eso, es admiración profunda.


 

A él la vida le dio todo

y él le devolvió el doble,

de movida ofrece el codo

y un corazón puro y noble

("Viejo" - Las Pastillas del Abuelo)



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