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Claromecosas | Las lanchas de pesca

En las playas de Claromecó tenemos un espectáculo digno de admiración. Se trata de la pesca embarcada, una actividad que después de tantos años, conserva su esencia artesanal.



Por Valentino Vitolla


Claromecó es conocido como el paraíso de la pesca, término que no se le otorgó de casualidad. Aunque hoy en día la actividad económica principal de la localidad es el turismo, en sus comienzos dependíamos mucho de la pesca, y es el día de hoy, que muchas familias todavía viven de los frutos que el mar les regala a diario.


Un barco pesquero, un ancla, nasas para meros y algunas redes, son parte del material con el que los pescadores emprenden los días de pesca, que realmente son una aventura. Caras curtidas por el salitre del mar, por el frío y por el viento, son las que salen día tras día a en la búsqueda de corvinas, meros, pez ángeles, gatuzos, salmones y besugos, entre otros. Sin embargo, es el destino quien elige los tesoros del día, ya que muchas veces las redes salen del mar llenas, y en otros casos, llenas, pero de decepciones por no poder conseguir lo que se esperaba. Las capturas suelen ir al mercado local, siendo los lugares de venta las pescaderías del pueblo. Otra porción, suele ser llevada a otras localidades de la zona y mayoristas.


La ilusión de tener una jornada fructífera es la razón que empuja a los pescadores de nuestras extensas playas hacia mar adentro. En un pasado, las familias acompañaban en la partida, donde se cortaba la información acerca de sus esposos, padres, hijos o hermanos. Hoy, la tecnología, permite que los pescadores tengan comunicación con el pueblo durante el día de trabajo, algo que tranquiliza a los seres queridos que los esperaban en el pueblo, como también ayuda al momento de algún imprevisto.



La pesca artesanal es una actividad que se aprende sobre el barco. Mediante la enseñanza familiar se ha transmitido este arte centenario, traído a estas tierras por inmigrantes italianos, españoles y portugueses. El respeto hacia el mar, la responsabilidad y la solidaridad, son algunos de los valores que se enseñan de padre a hijo. Los pescadores se sienten en una gran familia, ayudándose mutuamente ante cualquier inconveniente.

La luz del faro y de la costanera primero, y luego la cara y la sonrisa de los seres queridos, son las imágenes más esperadas al momento del regreso, y un premio adicional que corona todas las jornadas de pesca.


La modernización del material de los pescadores fue evolucionando. Hace algunas décadas, los barcos solían ser de madera y a velas. Luego empezaron a ser construidos de hierros y con colores amarillentos y anaranjados para poder ser vistos a la distancia. Además, eran los caballos el medio por el cual los barcos pesqueros podían ser llevados hasta el mar. Hoy en día, los barcos son de fibra de vidrio, y son los tractores, quienes hacen el trabajo que antes hacían los animales. Aún quedan algunos de esos barquitos de hierro y suelen decorar la costanera cuando son estacionados.


Para los turistas es realmente fascinante ver la salida de los barcos los cuales generan un hipnotizante escenario. Sin muelles ni puertos creados por el ser humano, son bajados con gran sacrificio desde la arena al mar en la zona de la bajada de los pescadores, a pocos metros del arroyo, donde se puede ver a los trabajadores con los barcos y tractores, desarrollar todas las técnicas y preparaciones que son transmitidas de generación en generación por sus familias. Es emocionante ver en el invierno cuando los marineros se arrojan al mar helado para acercarle la soga al tractor que los devolverá a tierra firme.

Recuerdo ir con mis padres a ver cuáles habían sido las capturas del día, donde siempre veía y aprendía algo nuevo, trayéndome algún pescado que luego iba a la parrilla, sumado a algún caracol o cangrejo araña que quedaban atrapados en las redes, y que me eran obsequiados por los pescadores.



En esta Claromecosa busco homenajear a esos hombre de mar y a sus familias ya que contribuyeron con su sacrificio al crecimiento de la localidad y a la transmisión de valores que parecieran estar en crisis, como el respeto al trabajo y el amor a las tradiciones familiares. Los invitó a presenciar la actividad de estos trabajadores, con cámara fotográfica en mano y aguardar el sorpresivo momento de la selección y clasificación de las piezas. Escuchar las vivencias de estos pescadores sin dudas enriquecerá al que lo presencie y le hará entender parte de la identidad de Claromecó.


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