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A DIEZ AÑOS DE LA GLORIA


Se cumple una década del Torneo Apertura ganado por Recreativo Claromecó en 2007.


Diez años pasaron. Una década ya de ese momento único, irrepetible, cargado de tantas emociones que se torna difícil describirlo. Diez años atrás, un día como hoy, el Recreativo Claromecó obtenía el título del Apertura de Segunda División, tras empatar ante San Martín (que también iba por el campeonato) en González Cháves.

Claromecó ganaba el título en su vuelta al fútbol de mayores, tras nueve años de ausencia en los torneos de la Liga. El mundo del fútbol regional se sorprendía con aquel equipo surgido prácticamente de la nada. Y aunque parezca mentira, ese logro fue una bisagra en la historia reciente de la Segunda División. Porque a partir de ahí, varios clubes más se animaron a volver a participar, hasta el día de hoy, donde la categoría tiene nada menos que 11 equipos, algo acaso nunca visto. En ese 2007 eran tan sólo siete los conjuntos que se habían animado al desafío. Como le pasó a Claromecó a fines de los ´90, varios clubes habían desistido de participar debido a los altos costos que significa formar parte de una liga. Pero ese triunfo histórico del Recreativo fue el empuje inicial para que la Segunda División vuelva a ser fuerte, no caben dudas. Porque al año siguiente volvió Barra, porque luego lo hizo Copetonas, también se animó Cascallares, debutó la ACDC, y así. Hace dos años el que decidió retomar el fútbol después de casi 20 años fue Unión, que rápidamente logró el ascenso.

Pero para contar la historia completa, o casi completa al menos, hay que retornar aún más atrás. Año 2004. La Argentina empezaba a avizorar una recuperación económica tras el cimbronazo de 2001 que casi la hizo desaparecer. En Claromecó se producía el boom de la construcción. Recuperado el dinero del Corralito Financiero, la gente no dudó y empezó a invertir en ladrillos. Las construcciones proliferaban por doquier, y por ende, cada año aumentaba la población local. También la pesca artesanal gozaba de buena salud, varias lanchas había en ese momento, incluso de propietarios que antes no se habían dedicado al oficio pero consideraban una buena inversión tener una embarcación. Paralelamente llegaba una obra esperada por décadas, como el gas de red, que finalmente se hacía realidad, aunque sólo para una porción de la población.

En ese contexto, en un clima futbolero regional por lo que había significado el ascenso a Primera de Huracán de Tres Arroyos, en Claromecó se reunía un grupo de personas con un objetivo: hacer que vuelva el fútbol. Ese deporte que tantas alegrías había dado años atrás, y que se encontraba en un parate demasiado largo. Los futboleros locales añoraban la presencia del Recreativo Claromecó los domingos en la cancha. Varios chicos habían emigrado hacia San Francisco de Bellocq, donde el Recreativo Echegoyen les había dado lugar para que se formasen futbolísticamente. Algunos otros se habían ido a jugar a otros equipos de la liga, y muchos directamente habían abandonado la práctica. Así fue que hubo una reunión, convocada obviamente en el Club Recreativo, con la premisa de volver. Se peca de injusto si no se nombra a todos los que participaron de aquella cita, pero también es importante nombrar a por lo menos dos de aquellos impulsores: el Polaco Claudio Trybuchowicz y el Tata Omar Fernández. Fueron varios más los que le dieron forma, pero ellos dos eran acaso la voz cantante. Esa noche se decidió como primer punto volver a competir, sin dudas. Pero por otra parte, quedó claro que no se pondría en riesgo el patrimonio del club, que también venía de capa caída por aquellos años. Por eso decidieron formar una subcomisión de fútbol, que se financiaría con fondos propios, sin necesidad de solicitar ayuda a la Comisión Directiva. Optaron por participar sólo en divisiones inferiores, hicieron un repaso rápido de los chicos que se podrían convocar, y así que de a poco fueron armando los equipos, de Séptima y Octava. Se reabrió la cancha, por tanto tiempo cerrada. Y hubo que trabajar denodadamente, para recuperar el pasto, cerrar los pozos, sacar yuyales, reparar los alambrados, los vestuarios, los bancos de suplentes, los sanitarios, volver a pintar con cal y marcar el perímetro, y un sinnúmero de etcéteras. Eran 9 años sin nada, casi como empezar de cero. Comprar pelotas, redes, camisetas, de todo. Cualquier donación venía de maravillas, toda colaboración era bien recibida. Se juntaron muchos sponsors, se pintó el frente de la cancha con los carteles publicitarios de los patrocinantes, y con los equipos ya entrenados por el Tata Fernández, en 2005, finalmente el fútbol volvió. Los chicos volvían a tener el deporte más representativo y convocante, con todo lo que eso significa. Quienes egresaban de la Escuelita, que ya existía, tenían dónde seguir jugando, y no pensar en irse a otra localidad para continuar con el fútbol. Así, de a poco, y con un esfuerzo enorme, el Recreativo Claromecó volvió a participar de la Liga de Tres Arroyos.

Claro que siempre estaba latente la posibilidad de volver con las categorías mayores, con la Segunda y la Cuarta. Pero los dirigentes tenían los pies sobre la tierra y no querían dar pasos en falso. No deseaban que tanto esfuerzo se vaya por la borda por decidir con el corazón y no con la cabeza. Había que ir paso a paso, sin prisa pero sin pausa. Se incorporó luego la Sexta División, el proyecto fue tomando forma, y demostró ante todos que era serio, que estaba llevado adelante por gente responsable, que no le quitaría el apoyo ante la primera de cambio. Todo lo contrario. No importaban para nada los resultados, no era ese el punto. El asunto era volver, y armar algo que perdurase en el tiempo.

Y llegó el 2007. Los dirigentes aprovecharon el verano para charlar con empresarios y comerciantes foráneos, ya que tampoco querían sobrecargar al siempre colaborador comercio local. Fue tomando forma la idea de volver, pero por diversas circunstancias no se dio. Pero en marzo, hubo un momento bisagra, el que cambió la historia. En una charla informal se le propuso a Alejandro Rodas ser el sponsor principal para intentar volver a Segunda División. El comerciante pidió tiempo para pensar, pero lo hizo muy rápido. A las dos horas se comunicó con la Subcomisión de Fútbol diciendo que sí, que aceptaba el desafío. Alejandro pensó como ex jugador de la institución, y vio que muchos chicos no tenían la oportunidad que él había tenido, y no dudó en aceptar. El entusiasmo fue tal, que le propusieron en vez de sponsor, directamente ser manager, es decir, controlar él mismo los fondos para poder jugar. Ahora sí, la vuelta era completa, regresaba el fútbol grande después de 9 años.

Dos días después, se convocó a una conferencia de prensa donde se hizo el gran anuncio. No era fácil el asunto, había que disponer en principio de un cuerpo técnico. Fue así que se convocó a Mario Epherra, técnico con experiencia, que había salido campeón de Primera con Quilmes, pero que nunca había tenido la oportunidad de dirigir al equipo de su pueblo, Claromecó. Horacio Abraham se sumó como preparador físico, mientras que el Tata Fernández continuaría con las inferiores, incluso con la Cuarta División. Había que convocar jugadores, fueron volviendo algunos de los que habían ido a jugar a Echegoyen. Regresaron varios de los que habían jugado hasta 1998, cuando el fútbol paró, por lo que debieron ponerse los cortos de nuevo y empezar a moverse después de tanto tiempo. En aquella conferencia de prensa, Mario Epherra decía que había buen material, pero que lógicamente faltaba competencia, por lo que el trabajo era mucho. También indicaba que en esa primera etapa lo que menos importarían serían los resultados, ya que lo importante era consolidar un equipo nuevamente. El presidente del Club, Gustavo Saint Martín, decía también que el Polaco había sido “el motor de todo”.

Jugadores ya veteranos volvían a calzarse la camiseta del Recreativo. Como los casos de Oscar Sacco, Fabio Etchegaray, Claudio Alcodoy, y algunos que debieron parar en el 98, como Nicolino, el Nano Zingalles, Mariano Struve, Fernando Molfese, Emanuel Fuente, Marcelo Muñoz, Leandro Pardiñas. Otros que hacían sus primeras armas como Ezequiel Gausoro, Marcos López, Pedrito Hiriart, Emilio Videla, Cristian Vergara, Federico Crespi, y otros que ya habían jugado pero no en Claromecó como Federico Gallo, Juampi Peralta, Ariel Flores. Y la frutilla del postre era la presencia de Marcelo Cacarito Vázquez, uno de los mejores jugadores que ha pasado por la Liga Tresarroyense, un distinto con experiencia a cuestas, y con varios campeonatos ganados, uno de ellos aquel con Quilmes con el mismo técnico. Todo hacía suponer que iba a ser bravo, pero que había material interesante como para competir.

Claro que ni el más optimista hubiese imaginado el desenlace. Que en el primer torneo tras nueve años sin jugar hubiese vuelta olímpica. Máxime pensando que en el torneo había sobre todo dos equipos importantes como El Nacional, que venía de perder la categoría y quería recuperarla, y Olimpo, que lo había gerenciado la familia Gastelú y había formado un plantel prácticamente profesional, había inaugurado una cancha de lujo, y pretendía ascender rápidamente para jugar incluso otras instancias como los torneos argentinos. También estaba Argentino Juniors, equipo siempre difícil en cualquier cancha, principalmente en la propia. Es decir, nada hacía pensar que el regreso podría llegar a ser con tanta gloria, tan perfecto, tan soñado.

El debut fue en San Francisco de Bellocq, por el Torneo Preparación, que lo jugaban todos los equipos de la liga en aquel entonces. Pero el verdadero regreso fue el 13 de mayo, donde se jugó de local. La cancha ardía, reventaba de gente, Claromecó volvía y nadie quería perdérselo. Desde luego que ese día, y los días que vinieron también, el equipo marcó la máxima recaudación de la Liga, incluso por sobre los equipos de Primera.


Fue 1 a 1 el resultado. En el primer tiempo se puso en ventaja Alumni de penal, pero en el segundo Mario Epherra movió un poco el banco, y apareció la magia de Cacarito para marcar el empate, el primer gol gritado de local tras nueve años. Y no fue eso todo. Un jugador de Alumni intentó agredir al árbitro y se fue expulsado y detenido por la policía. Y para peor, un dirigente del club orensano aceleró en demasía su auto cuando terminaba el partido, y la gente lo paró porque era peligroso circular a esa velocidad dentro del predio, pero alguien le rompió el parabrisas de un puñetazo. Así volvía Claromecó, con empate, pero con polémicas, que nada tenían que ver acaso con lo visto dentro de la cancha.


Terminó el Preparación, y era hora de los porotos. De ver qué pasaba realmente con ese equipo que a esa altura ya había generado mucha expectativa. Fue el 24 de junio de 2007, primera fecha del Apertura de Segunda. Claromecó recibía nada menos que a El Nacional, uno de los grandes de la Liga, y nuevamente a cancha llena. Banderas, pancartas, petardos, bombos, redoblantes, papel picado, de todo para recibir al equipo. Los rivales miraban algo extrañados todo lo que los rodeaba. Y semejante algarabía no se hizo esperar, porque a los tres minutos de juego, cabezazo de Nicolino y gol, 1 a 0. Festejo loco, endiablado, furibundo. Así volvía el Recreativo carajo!, con un gol casi desde el vestuario. Y en el segundo tiempo, tras varios corners, Cacarito Vázquez con esa increíble capacidad que tenía de saltar por sobre todos aún siendo de baja estatura, conectó el cabezazo para ganar el partido. 2 a 1, primeros tres puntos adentro. Se festejó como una final.


En la segunda fecha Claromecó quedó libre, y en la tercera hubo que ir de visita a Agrario. El local iba ganando con un gol en el segundo tiempo, pero sobre el final, a los 45 y 49, en tiempo de descuento, apareció el doblete del Gringo Etchegaray, y el Recreativo volvió a festejar. La chapa de candidato empezó a sacarla en la cuarta fecha, contra Argentino. Partido chivo, muy cerrado y disputado, nadie regalaba nada, y parecía que no se daban las cosas. Pero a poco del final, apareció Marcos López para decretar el 1 a 0. Ya era cosa seria esto, no se trataba de una mera casualidad. Otra vez por supuesto, la cancha llena, otro festejo.

La fecha siguiente fue derrota algo injusta ante Olimpo, que no había arrancado como pretendía el torneo. Y nuevamente fue victoria ante Alumni de Orense. A una fecha del final, Claromecó quedaba en la punta merced a una gran actuación, donde definitivamente sacó chapa. Primer gol de Oscar Sacco, de penal, tras una falta a Pedrito Hiriart, y el segundo de Federico Crespi, que empezaba a asomar como la gran revelación no sólo del equipo sino del torneo y de la Liga. El chico era muy veloz, tenía habilidad, y aparecía siempre por sorpresa, por lo que ese día fue la figura de la cancha. Ese día, además, Claromecó tuvo por pirmera vez un grupo de porristas: Las Sirenitas, algo totalmente inédito en la historia de la Liga.


Del otro lado estaba San Martín, el equipo de Chaves que casi no jugó ese torneo, porque tenía un supuesto gerenciador, que un día antes de empezar se borró. Así fue que los dirigentes llamaron de apuro a jugadores ya consagrados de Chaves como Fonte y López, y el conjunto santo se puso al frente de la tabla de posiciones. Pero ese mismo día, no logró vencer a El Nacional, sólo empató 2 a 2, por lo que quedó segundo, a un punto del Recreativo que con el triunfo ante los de Orense, trepaba a la punta a una fecha del final. Y justamente el destino quiso que para el cierre del Apertura jugasen San Martín y Claromecó, uno con 11 y el otro con 12 puntos. Los menos pensados llegaban a una definición que prometía ser apasionante.


 

Domingo 5 de agosto de 2007. Parece mentira, pero tanto dato estadístico que dimos para llegar a este partido del que se cumplen diez años, pero de este encuentro hay cosas que no se recuerdan del todo bien. Es que juega mucho la emoción. Aquí lo periodístico queda un poco de lado, sepan disculpar.

¿Quién no fue ese día a la cancha de San Martín? ¡Estaba todo Claromecó! El lugar asignado para los visitantes quedaba realmente chico, había dos, tres y hasta cuatro filas de autos. En el viaje ya íbamos medio callados, sabiendo de la importancia de lo que se venía, pero con una fe inquebrantable. El equipo estaba bien, lo había demostrado. Mario Epherra también había hecho lo suyo, le había dado confianza a ese grupo de muchachos, que sabían que todo dependía de ellos, y que encima la mayor presión la tenía el rival, por ser el local. El técnico había sido un factor importante en los partidos ganados, ya que había realizado cambios tácticos en los segundos tiempos, que le habían cambiado la cara al equipo, y fue ahí precisamente donde se habían logrado ganar los partidos. Físicamente también había un gran trabajo. Se notaba en los minutos finales que Claromecó hacia diferencia por sobre el resto. Es decir, la cosa pintaba bien. Pero el cagazo también estaba, para qué negarlo. Para colmo Cacarito no podía jugar ese partido, la carta principal no estaba en el mazo, pero había jugadores como para definirlo igual. De repente, todas esas palabras del principio del ciclo, de que no importaban los resultados, quedaban viejas. Ahora sí que importaba el resultado, y por eso tanta expectativa, tanto nervio acumulado.

Llegamos más temprano que nunca a la cancha. La RCC cubría en ese entonces todos los partidos, y hacíamos entradas cada 10 0 15 minutos, ya que no nos daba (como ahora) la cara ni la capacidad para relatar el juego completo. No había tanto celular como ahora, ni tampoco existían las redes sociales. Lo que sí ya teníamos era la página, así que dejamos todo preparado para ir informando minuto a minuto por medio de la web. Parecía que no pasaba nunca el tiempo, esa previa del partido se hizo eterna, los nervios nos comían, no sabíamos dónde meternos. Era una tarde nublada, algo fresca, pero no importaba mucho todo eso. Lo que queríamos todos los que estábamos ahí era que el partido empezase de una vez por todas.

Si la salida al campo de juego en los partidos previos había sido apoteótica, lo que fue eso no alcanza a describirse con palabras. Estruendos, bengalas celestes y blancas, papelitos por todos lados, bombos, redoblantes, cornetas, vuvuzelas, bocinas, matracas, gritos. Inenarrable. Pasión, esa es la palabra. Pasión y contenida por muchos años, que desbordaba. Si el duelo era por hinchadas, Claromecó ya podía considerarse campeón y por goleada. Ojo, la gente de San Martín no se quedaba atrás. Había copado la cancha, y había hinchas de Independencia y de Ciclista, que ese día también habían ido a ver al Santo, al equipo más chico de Chaves, que ahora iba por un campeonato.

Listo, todo preparado, que ruede la pelota nomás. Complicado, como siempre en Segunda División. Trabado, fuerte, impreciso, se notaba el nerviosismo de los primeros minutos en ambos equipos. Había gente de experiencia dentro de la cancha, pero el contexto no era fácil, mucha presión. Gritos constantes de una y otra hinchada.

Claromecó parecía igualmente bien parado. Juampi Peralta tenía que suplir a Cacarito y se notaba que lo comían los nervios. A Pedrito Hiriart le costaba hacer sus ya clásicos desbordes por izquierda. El rival pegaba a veces, no regalaba nada, para colmo estaba López en el medio que quería manejar los hilos, para dársela a Fonte, que tenía cientos de goles y quería mojar también en ese partido.

No es fácil definir a Fabio Etchegaray. Un jugador ya cercano a la veteranía por ese entonces, que había sido uno de los que volvió a ponerse los cortos tras nueve años. Pero que además de todo eso, cometía la locura de viajar todos los fines de semana desde La Plata para jugar!!!! Se entrenaba solo en la semana, y llegaba los domingos y tenía un lugar, generalmente en los segundos tiempos. Si eso no es amor, el amor dónde está. Pero para ese partido, Mario, vivo como siempre, lo había mandado de titular, sabiendo que la experiencia podría ser crucial en este tipo de choques. Y así fue nomás. Fabio encaró una pelota que parecía perdida por derecha, es decir, el marcador de punta izquierda quería despejarla. Fue a pelearla con el alma, con el corazón, como los grandes. Y la ganó, sorprendió a todos, hizo la diagonal, encaró nuevamente con furia ahora al arquero y la cruzó. GOL. Ahí se nublan un poco los recuerdos. El grito y el festejo fueron como pocos, de esos goles que se gritan con el alma, y con la garganta roja. Como el de Diego a los ingleses, como el de Canigia a Brasil, como el de Palermo a Perú, como el de Di María a Suiza. Si, como el de Fabio Etchegaray a San Martín. Así se gritó ese gol, que queda en la memoria para siempre, que nos atraviesa el alma. En el banco saltaron todos, Mario a la cabeza. Fabio festejaba llorando en una pila que parecía un scrum de rugby, el Chile Muñoz y Mariano Struve se besaban la camiseta, Sacco desde el arco se arrodillaba y se agarraba la cabeza. Locura total, pasión desbordada. Gol, carajo, gol. Tomá mierda!!!!

El sueño parecía que se convertía en realidad. Ya nada podría detenernos, el cielo estaba ahí nomás, podíamos tocarlo con las manos. Ese equipo que nadie tenía en cuenta, porque hacía pila de años que no jugaba, porque recién empezaba, porque hasta hace unos meses ni camiseta tenía. Ese equipo, el de la Villa como suelen decir quienes no son de Claromecó, estaba a punto de salir campeón. Ex jugadores y ex dirigentes que obvio, habían ido a ver el partido, se abrazaban tras el alambrado, la gente se paraba arriba de los capots de los autos, reinaba el descontrol. Es que era imposible controlarse.

Pero claro, faltaba, todavía faltaba. Volviendo al planeta tierra que falta mucho. Eran sólo los primeros minutos del primer tiempo. Quedaba una eternidad. Analizar el juego sería imposible después de semejante desborde de adrenalina. Sólo digamos que el primer tiempo se fue con Claromecó bien plantado, ahora acaso más de contra, y San Martín ya empezando a entrar en desesperación, porque ya estaba obligado a ganarlo de entrada, y encontrarse con ese gol casi de arranque le significaba un baldazo de agua fría que iba a ser difícil de superar. Al Recreativo le alcanzaba con un empate, pero lo estaba ganando, es decir, le sobraba para dar la vuelta.

El segundo tiempo fue diferente. Porque, lógico, San Martín se quiso comer la cancha de movida. Apostó directamente por el ataque, no le quedaba mucho más por hacer, no tenía otra. Y tanto que va el cántaro a la fuente… que lo empató nomás, gol de Fonte. Pero aún así, estaba obligado a convertir otro, eso no cambiaba nada. Y los minutos corrían, y la angustia crecía. Mario Epherra mandó a Crespi a la cancha, que empezó a desbordar y a generar problemas a los rivales. Tras el cimbronazo, Claromecó demostraba su potencial y volvía al ataque, no se quedaba sentado esperando el empate, contrarrestaba los embates del local, emparejaba las acciones. Y el reloj jugaba a favor del Recreativo. Y San Martín, ya viendo que le era imposible entrarle de otro modo, empezó a exhibir juego brusco, bastante brusco digamos. Varias patadas y juego fuerte. En una fue a cortar Ezequiel Gausoro, y quedó tendido. Camilla, no parecía bueno el panorama, debió salir del equipo y ser trasladado al hospital. A Federico Gallo le estamparon una piña en la nariz, así, de una, y debió ser atendido fuera del campo de juego porque sangraba. El asunto se complicaba porque ante la impotencia, el rival no escatimaba en golpes. Eso nos hizo distraer un poco, empezamos a reclamar airadamente, que roja para fulano, y tarjeta para mengano y todo lo que se dice habitualmente a altas revoluciones cuando pasan esas cosas.

Hasta que nos dimos cuenta que llegaba la hora, que empezaba a jugarse el descuento, y ahí sí volvimos a la realidad. Una realidad que lejos de ser sensata, se preparaba para la locura máxima. Tras una serie más de patadas, e incluso alguna roja, el árbitro señaló el círculo central, pitazo final y bueno…. A ver, para no ser reiterativos en lo que ya se describió: un tsunami de alegría. Los jugadores y el cuerpo técnico se abrazaron en el medio de la cancha. Los suplentes y los que ya habían salido corrían en forma endemoniada a chocarse con el primero que vieran de camiseta celeste y blanca. Otra vez los petardos, el estruendo, las bengalas y bocinas interminables. Algunos que lloraban y recordaban a seres queridos que ya no están, otros que intentaban trepar los alambrados, la policía que intentaba contener, algunos esquivaban algunas piedras que empezaron a volar desde la calle. Que de la mano de Mario Epherra, que dale campeón dale campeón, que un minuto de silencio, que se lo dedicamo´ a todos la re puta madre que lo re parió. CLAROMECÓ CAMPEÓN. Así de simple, así de orgásmico, así de pasional.

El vestuario fue directamente una locura. Nadie quería irse, todos revoleaban lo que tenían a mano, camiseta, bolso, bidones de agua, gorras, lo que venga. Se sumaron los jugadores que no habían podido entrar, entre ellos Cacarito Vázquez. En eso llegó el Veri Gausoro, que directamente se escapó del hospital Anita Eliçagaray cuando se enteró que era campeón.

Hubo que esperar bastante para la salida. Se armó una caravana, pero corta, porque los ánimos en Chaves no eran los mejores, más vale prevenir. Había que volver cuanto antes a Claromecó y ahí si, desatar la fiesta. Pero antes, pasar por Tres Arroyos, por el centro, por la Plaza San Martín, la calle Colón, por la estatua de San Martín y bajarse a festejar en las escalinatas, era imposible no hacerlo teniendo la oportunidad. Se hizo de noche. Por teléfono avisaban que Claromecó estaba convulsionado, cientos de personas esperaban en la Curva del Mozo para recibir a los héroes. El colectivo que trasladaba a los jugadores y cuerpo técnico era un bardo incontrolable.

No debe haber mayor reconocimiento que volver a tu pueblo y que te lleven en el autobomba de los Bomberos. Es el sueño del pibe, que esta vez se cumplió. Los jugadores saludaban a la multitud que se había congregado, en la entrada, en la 26, en la 9, en la 28, en la Costanera, en todos lados. Eran héroes, pero que los veíamos todos los días, pero también en ese momento eran colosos, gigantes que habían librado la madre de las batallas.

El festejo llegó hasta la puerta del Club, en calle 11. Ahí nuevamente, los cánticos, las bocinas, las matracas, los bombos, todo. Un Europarade, un Fan Fest, como le dicen ahora, con buena parte de la población festejando en un mismo lugar al aire libre. Hacía un frío tremendo, pero nadie se daba cuenta de esa pequeñez. Tras un par de horas, hubo un festejo íntimo, con una cena en el fogón del Club, donde todos hablaron y compartieron la emoción que significaba el título, el torneo, el campeonato, la vuelta olímpica. Porque allá en Chaves dimos la vuelta olímpica, por supuesto. Un par de semanas después, hubo una fiesta grande, en el SUM de la Escuela, con cena y baile, presentación del equipo, de la copa, y otra vez a saltar y a gritar.

Los pueblos chicos suelen tener algunas oportunidades para un festejo colectivo. Pero son contadas con los dedos de una mano las chances de tener una fiesta espontánea con una alegría compartida tan grande. No pasa habitualmente que toda una localidad esté contenta por lo mismo, y que lo pueda expresar abierta y libremente por las calles. El 5 de agosto de 2007 fuimos felices todos. Hace diez años, el fútbol nos juntó para darnos una de las mayores alegrías como comunidad. Una década atrás pudimos festejar, un esfuerzo enorme, un sacrificio como pocos, un sueño hecho realidad. Y ellos, un día como hoy, hace diez años, fueron nuestros héroes para siempre.



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